domingo, 3 de febrero de 2013

El escritor siciliano Felice Cultrera y el Cristo de la Justicia de Praga

El escritor siciliano Felice Cultrera y el
Cristo de la Justicia de Praga.

Por  : Nuria de Madariaga



Cuando el aristócrata siciliano residente en Marbella, Felice Cultrera, llegó a Praga en la primavera de 1992 invitado por el director de su Gran Casino, la bellísima ciudad europea parecía resurgir tras años de esclavitud bajo el comunismo y comenzaban a emerger por doquier obras de arte celosamente guardadas y conservadas por las empobrecidas familias de la nobleza, para salvaguardarlas de la avaricia de los museos de Moscú.
Checoslovaquia despertaba y uno de los pocos recursos de los ciudadanos y sobre todo de la antigua aristocracia, para conseguir un dinero que les permitiera levantar cabeza tras la represión, era poner a la venta el patrimonio artístico familiar que habían conseguido salvar de la II Guerra Mundial. Así, a través del director del casino, Felice Cultrera contactó con una familia del más rancio abolengo que necesitaba urgentemente vender una serie de obras de arte.
Fue una negociación difícil porque se trataba de no aprovecharse de la situación ni minusvalorar lo que le ofrecían, mobiliario, cuadros del Ottocento de dimensiones formidables (Uno de ellos que representa un banquete de bodas ocupa desde entonces una pared entera del comedor de la mansión del escritor)objetos de plata, porcelanas, vajillas y todo tipo de brocantes. Las adquisiciones no se debían a que el siciliano fuera a poner una almoneda ni un comercio de antigüedades, sino que acababa de adquirir a los descendientes de Lord Nelson el castillo que fuera regalado al almirante y héroe de Trafalgar por el rey Fernando II de las Dos Sicilias "El castillo de Nelson" título que da nombre a su autobiografía que a fecha de hoy me encuentro traduciendo al español y necesitaba completar el mobiliario de las regias estancias. Compró maravillas.
Y pagó un precio más que justo por ellas, al tiempo que aprovechando que una de las nietas de la familia había estudiado italiano, acostumbraba a invitar a los aristócratas a comer o a cenar en alguno de los pocos buenos restaurantes que existían en esos momentos en Praga.
El Cristo de la Justicia, una delicada talla de 1.700, no iba incluido en ninguno de los lotes. Ni a Felice se le hubiera ocurrido pedir que se lo vendieran ya que para aquellos empobrecidos marqueses, el Cristo formaba parte de la historia de la familia, había salido indemne de la primera Gran Guerra y también de la segunda y sobrevivido al feroz comunismo, protegiendo durante siglos a toda la familia y haciendo caer el castigo divino contra quienes trataran de dañarles injustamente. El Divino Cristo de Praga venía cargado con una leyenda exotérica que no hacía más que acrecentarse con el paso de los años Cinco veces habían robado la sagrada talla y los cinco ladrones habían tenido una muerte atroz, porque ese Cristo bendito tan solo se encuentra a gusto junto a personas creyentes y de corazón puro. El penúltimo aspirante a apoderarse de la talla fue el jerifalte nazi que irrumpió en el palacio y arrampló con muchas de las joyas familiares para regresar posteriormente a llevarse la imagen. La descolgó y la envolvió en un echarpe de seda para llevársela, pero antes obligó a que la dueña de la casa le sirviera la cena con la vajilla de Rosenthal y la cubertería de plata (se lo pensaba llevar todo después, por supuesto) en el comedor de las celebraciones. Realmente la familia no tenía para cenar más que un guisado de pollo muy sencillo y le sirvieron al alemán la modesta cena en la importante vajilla de porcelana mientras el Cristo aguardaba paciente cubierto por el echarpe y depositado sobre una cómoda hasta que el nazi acabara de cenar. Realmente nadie tuvo la culpa de algo tan extravagante cómo que el alemán, al tragar un trozo de pollo y no se sabe de que manera, se tragara un hueso y se asfixiara sin remedio. La suerte de la familia fue que cómo el militar iba a robar acudió solo, infringiendo todos los reglamentos, para no tener que dar cuentas del botín, así que el abuelo, el padre de la casa y una hija tuvieron la prudencia de cargar con el muerto hasta la calle y dejarle sentado en un callejón a varias manzanas del palacio. Pura Vía Dolorosa, pero el Cristo fue desliado del mantón y esta vez escondido de nuevo para no dar lugar a más tentaciones. También se contó algo de un comisario político de la zona que estaba obcecado con que la familia tenía guardado algún tipo de tesoro en algún lugar oculto y sufrió no se sabe que tipo de accidente con una puerta acristalada del que resultó con los ojos ensartados por dos agudas astillas de cristal que es una mala manera de quedarse ciego.
Cuando, el día antes de regresar a Italia, la familia apareció para regalarle el Cristo como muestra de viva gratitud por la sensibilidad de Felice en el momento de comprarle las obras y de su generosidad a la hora de pagar su justo precio, el siciliano se negó reiteradamente a aceptarlo y tuvieron que actuar los abuelos con especial severidad y explicarle reiteradamente que no era más que una especie de "préstamo" entre hombres de buena voluntad y temerosos de Dios, para que Felice accediera a viajar con el Cristo a su tierra, la nieta que había estudiado italiano se lo explicó "Dice mi abuelo que usted es un hombre bueno y que este Cristo tan sólo quiere proteger a los cristianos de buen corazón, usted nos ha solucionado la vida comprándonos las cosas y nosotros queremos que el Cristo le proteja ahora a usted".
Imagen viajera porque del soberbio dormitorio del castillo de Nelson en la población siciliana de Bronte, pasó a la mansión marbellí. Felice Cultrera nunca jamás se separó de él y ha ido viendo caer con cierta sorpresa a todo aquel hijoputa que trató de dañarle sin merecerlo. Y así hasta hace diez días cuando, tras una cena y hablando de la corrección de estilo de la novela del siciliano "El tesoro de Santa Paula" digo yo que mi amigo y maestro me debió ver bastante desmejorada o el propio Cristo de la Justicia le chivó que ahora soy yo la que necesito su Divina ayuda y Felice Cultrera me hizo el mejor y más valioso regalo de amistad que he recibido en toda mi vida : el Cristo de Praga.
La Sagrada Imagen preside ahora mi casa malagueña y pese a que mis hijos digan que es una vulgaridad que el Cristo venga a Ceuta en el barco de Algeciras, que al menos espere al cathelicopter, el Crucificado tiene que venir a Ceuta para visitar a su Santa Madre, Nuestra Señora de Africa. ¿Que cómo es de precioso mi Cristo? A la vista está. Y cuando le besas en la mejilla la sensación de la madera es entre cálida y fresquita, pero antes que nada suave. Y así como pido su Santa protección contra los malos, es mi deseo que su bendición les alcance a todos (me refiero a que les alcance si sus corazones son puros, a las malas personas que las joda).




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